miércoles, 6 de agosto de 2014

CUENTOS PARA NIÑOS

La ballena Feliz


Había una vez una ballena ,que estaba jugando en el agua y de repente se cayo en la arena y unas niñas iban al mar con sus papás y se encontraron a la ballena y dijeron ¡vamos a llamar a nuestros papás ! y toda la gente vino para que ayudaran a la ballena a que se metiera al mar.
Vinieron en su ayuda unos helicópteros para ayudar a la ballena ella se movía mucho y se hundía más y más en la arena .
Entonces los señores al ver que se hundía cada vez mas la ataron muy bien de los helicópteros y la elevaron por el aire hasta que por fin la dejaron en el mar .
la ballena al sentir el agua se metió en ella muy feliz , entonces vio que se estaba elevando hacia arriba y en las nubes brinco y brinco hasta que llego al fondo del mar donde vivió muy feliz con su familia para siempre.

LA GATA ENCANTADA

Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar.
Un día, dijo en voz alta:
 
Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría contigo.
 
En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo:
 
Príncipe tus deseos se han cumplido
 
El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellísima muchacha.
 
Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado.
 
 El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio.
 
 

LA OSTRA Y EL CANGREJO 

Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de plata aparecía en el cielo, se pasaba horas y horas con las valvas abiertas, mirándola.
Desde su puesto de observación, un cangrejo se dio cuenta de que la ostra se abría completamente en plenilunio y pensó comérsela.
A la noche siguiente, cuando la ostra se abrió de nuevo, el cangrejo le echó dentro una piedrecilla.
La ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro se lo impidió.
El astuto cangrejo salió de su escondite, abrió sus afiladas uñas, se abalanzó sobre la inocente ostra y se la comió.
Así sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre hay un oído que lo apresa.


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